Importancia irreducible del viaje del Papa en África
El viaje apostólico del Papa a Camerún y Angola, en su arranque, se ha intentado reducir mediáticamente –“trastocando” las palabras de Benedicto XVI “en clave polémica”- a los métodos de contención del Sida. En un editorial de portada de ‘L’Osservatore Romano’ (edición vespertina fechada el 19 de marzo), su director, Giovanni Maria Vian –miembro del reducido séquito papal- traza la magnitud de este itinerario misionero del Santo Padre que abraza idealmente a todo el continente africano, que confirma en la fe a los católicos, que evidencia la colegialidad eclesial y que reclama un compromiso global porque tal es la dimensión de la crisis económica. Por su interés, traducimos el editorial.
La importancia de un viaje
Será importante, es más, ya lo es, este nuevo viaje internacional del Papa. Y lo han percibido los medios, también reduciéndolo a un solo aspecto –además trastocado en clave polémica-, o sea, el de los métodos para contrarrestar la difusión del Sida. Sí, es importante la presencia de Benedicto XVI en Camerún y Angola, como los periodistas que le acompañan han podido comprender enseguida por sus respuestas a sus preguntas mientras el avión empezaba a sobrevolar el desierto del Sahara, y como se ha desprendido de los dos primeros discursos, durante la ceremonia de bienvenida y a los obispos. Precisamente ellos han sido los primeros en su felicitación al Papa –que formula con afecto también nuestro diario- por la fiesta de su santo patrono.
La importancia del viaje tiene diversos aspectos: la visita –la tercera de un Papa en poco más de dos décadas- a dos grandes países como Camerún, presentado no sin razón como un África en miniatura, y Angola; la cercanía que también de este modo el obispo de Roma quiere demostrar a todo el continente africano, donde el catolicismo es joven y en vigoroso crecimiento, sobre raíces antiguas y con realizaciones relevantes; la dimensión colegial, que aún se acentúa más de lo que ocurre habitualmente en las visitas papales internacionales.
Este aspecto colegial del viaje africano ha sido subrayado por Benedicto XVI interrogado por su presunta soledad, una representación que le “da un poco de risa” –dijo textualmente-. Añadiendo inmediatamente que está rodeado de amigos, más aún, de una “red de amistad”, formada ante todo por el cardenal secretario de Estado y por sus más estrechos colaboradores, en un compromiso cotidiano de tipo colegial, como históricamente es el de la Curia romana, caracterizado por las habituales audiencias, por las visitas de los episcopados, por las reuniones plenarias de las congregaciones –quiso explicar a quien no quiere entender--. En una circularidad entre centro y periferia cada vez más acentuada.
En el trabajo de cada día se incluye la preparación, larga y concienzuda, de los viajes, que desde hace casi medio siglo se han convertido en una forma nueva del servicio papal. Como éste, en el que no sólo simbólicamente participan los más altos responsables de la Secretaría de Estado, sino también un cardenal obispo procedente de África, el cardenal prefecto y el arzobispo secretario (también africano) de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, el arzobispo secretario del Sínodo de los obispos.
Gracias a esta preparación, en continuo intercambio con las representaciones pontificias en los diversos países y con los episcopados, las visitas internacionales del obispo de Roma dan frutos, inmediatos –como se ve en estas horas por el entusiasmo auténtico y conmovedor de los fieles camerunenses- y duraderos. Benedicto XVI viaja, como sus predecesores, para testimoniar y anunciar al Señor. Y esto tiene efectos políticos en sentido elevado. También ahora al apremiar al continente africano y a toda la comunidad internacional a un compromiso común que ayude a superar la crisis global.
Giovanni Maria Vian
El viaje apostólico del Papa a Camerún y Angola, en su arranque, se ha intentado reducir mediáticamente –“trastocando” las palabras de Benedicto XVI “en clave polémica”- a los métodos de contención del Sida. En un editorial de portada de ‘L’Osservatore Romano’ (edición vespertina fechada el 19 de marzo), su director, Giovanni Maria Vian –miembro del reducido séquito papal- traza la magnitud de este itinerario misionero del Santo Padre que abraza idealmente a todo el continente africano, que confirma en la fe a los católicos, que evidencia la colegialidad eclesial y que reclama un compromiso global porque tal es la dimensión de la crisis económica. Por su interés, traducimos el editorial.
La importancia de un viaje
Será importante, es más, ya lo es, este nuevo viaje internacional del Papa. Y lo han percibido los medios, también reduciéndolo a un solo aspecto –además trastocado en clave polémica-, o sea, el de los métodos para contrarrestar la difusión del Sida. Sí, es importante la presencia de Benedicto XVI en Camerún y Angola, como los periodistas que le acompañan han podido comprender enseguida por sus respuestas a sus preguntas mientras el avión empezaba a sobrevolar el desierto del Sahara, y como se ha desprendido de los dos primeros discursos, durante la ceremonia de bienvenida y a los obispos. Precisamente ellos han sido los primeros en su felicitación al Papa –que formula con afecto también nuestro diario- por la fiesta de su santo patrono.
La importancia del viaje tiene diversos aspectos: la visita –la tercera de un Papa en poco más de dos décadas- a dos grandes países como Camerún, presentado no sin razón como un África en miniatura, y Angola; la cercanía que también de este modo el obispo de Roma quiere demostrar a todo el continente africano, donde el catolicismo es joven y en vigoroso crecimiento, sobre raíces antiguas y con realizaciones relevantes; la dimensión colegial, que aún se acentúa más de lo que ocurre habitualmente en las visitas papales internacionales.
Este aspecto colegial del viaje africano ha sido subrayado por Benedicto XVI interrogado por su presunta soledad, una representación que le “da un poco de risa” –dijo textualmente-. Añadiendo inmediatamente que está rodeado de amigos, más aún, de una “red de amistad”, formada ante todo por el cardenal secretario de Estado y por sus más estrechos colaboradores, en un compromiso cotidiano de tipo colegial, como históricamente es el de la Curia romana, caracterizado por las habituales audiencias, por las visitas de los episcopados, por las reuniones plenarias de las congregaciones –quiso explicar a quien no quiere entender--. En una circularidad entre centro y periferia cada vez más acentuada.
En el trabajo de cada día se incluye la preparación, larga y concienzuda, de los viajes, que desde hace casi medio siglo se han convertido en una forma nueva del servicio papal. Como éste, en el que no sólo simbólicamente participan los más altos responsables de la Secretaría de Estado, sino también un cardenal obispo procedente de África, el cardenal prefecto y el arzobispo secretario (también africano) de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, el arzobispo secretario del Sínodo de los obispos.
Gracias a esta preparación, en continuo intercambio con las representaciones pontificias en los diversos países y con los episcopados, las visitas internacionales del obispo de Roma dan frutos, inmediatos –como se ve en estas horas por el entusiasmo auténtico y conmovedor de los fieles camerunenses- y duraderos. Benedicto XVI viaja, como sus predecesores, para testimoniar y anunciar al Señor. Y esto tiene efectos políticos en sentido elevado. También ahora al apremiar al continente africano y a toda la comunidad internacional a un compromiso común que ayude a superar la crisis global.
Giovanni Maria Vian